El Orden Sagrado
EL ORDEN SAGRADO
El Orden es el sacramento gracias al cuál la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la iglesia hasta el fin de los tiempos: es pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
Estos servicios se llaman así porque los cristianos que se sienten llamados a desempeñarlos reciben el sacramento del Orden. Gracias a este sacramento, estos cristianos asumen la responsabilidad de representar a Cristo ante la comunidad.
EL origen de los ministerios ordenados es la misión que Jesús encomendó a los apóstoles:
Mt. 28, 18-20
“ Dios me ha dado toda la autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bauticenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.”
El Episcopado: Ocupa el primer lugar entre los diversos ministerios que existen en la Iglesia. La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar. En efecto por la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote y actúan en su nombre. Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias.
El Presbiterado: Los presbíteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser cooperadores diligentes de los obispos. Reciben del obispado el cuidado de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.
El Diaconado: Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su Obispo.
La celebración de este sacramento
La celebración de la ordenación de un obispo, de presbíteros o de diáconos, por su importancia para la vida de la iglesia particular, exige una gran participación de fieles.
Tendrá lugar preferentemente el domingo y en la catedral, con una solemnidad adaptada a las circunstancias. Las tres ordenaciones tienen el mismo dinamismo. El lugar propio de su celebración es dentro de la Eucaristía.
El rito esencial del sacramento del Orden está constituido para los tres grados por: imposición de las manos(signo)del obispo sobre la cabeza del ordenado(rito o gesto), una oración consecratoria(palabras o fórmula) Ej: “ Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado” Se pide a Dios para el ordenado las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble.
La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas.
En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor al Reino de Dios y el servicio de los hombres.
Efectos del sacramento del Orden:
Como en el caso del Bautismo y de la Confirmación, esta participación en la misión de Cristo es concedida de una vez para siempre. El sacramento del Orden confiere también un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado.
Un sujeto válidamente ordenado puede por causas graves ser liberado de las obligaciones y las funciones vinculadas a la ordenación o se le puede impedir ejercerlas, pero no puede convertirse de nuevo en un laico en sentido estricto porque el carácter impreso por la ordenación es para siempre. La vocación y la misión recibidas el día de su ordenación, lo marcan de manera permanente.
El pez sin samaritano
Erase una vez...
El oleaje era muy fuerte y un pez fue arrojado a
la playa. Por más intentos que hacía no podía volver al agua
Desesperado empezó a pedir ayuda .
Un caballero muy elegante y educado pasó por allí... Pero estaba ocupadísimo: “perdone, pero ya van a cerrar el banco; lo siento, amigo, usted comprenderá...”
El pez comprendió.
Después pasó por allí un filósofo ensimismado en profundos dilemas.
El pez suspiró aliviado. Le costó captar su atención; “¿por favor, me podría ayudar a volver al agua?”
El filósofo dijo para sí: “ Veamos; si yo le ayudo...¿Con qué objetivo? Además habría de considerar con que medios. Pero si le ayudo probablemente él... Si no le ayudo, aumentan las posibilidades de que... Mejor, definamos claramente los conceptos...
Al pez se le secaban cada vez las agallas y se le hacía más difícil respirar. Por fin divisó una dama que parecía muy gentil.
“¡ Perdone, señora, pero estoy en un serio aprieto. Necesito volver pronto al agua porque me estoy asfixiando. ¿Por favor!...”
“Sí, sí; me parece que estás en una situación terrible. Pero cuéntame cómo te pudo pasar esto.” El pez le explicó cómo había sucedido su desgracia y la urgencia por volver al mar para atender a su familia.
“Ahora, comprendo mejor tu problema. Pero ciertamente que tú eres el culpable de todo esto que te está pasando. Además ¿qué vas a hacer para que esto no te vuelva a suceder?”.“No me gustaría que te acostumbraras a depender siempre de los demás. ¿Por qué no intentas hacer algo, para ayudarte a ti mismo? Piénsalo; luego volveré”.
Al pez se le nublaba la vista. Pero vio cómo la mujer se alejaba. “Vaya, no se me había ocurrido pensar si esto me sucedió por culpa mía. Pero ahora me cuesta muchísimo pensar.”
También por allí pasó un joven, escuchando su personal stereo. “¡ Auxilio! ¡Ayúdenme, por favor!...” Pero ya no le quedaban fuerzas para gritar.
Y el pez murió. Después de un rato, reventó una ola con gran estrépito; envolvió al pez en sus brazos de espuma y lo arrastró para sepultarlo entre las rocas del fondo.
Volvió la mujer, como no vio al pez, dijo sonriendo “ Menos mal que hizo caso a mi consejo:cuando uno se lo propone, se las arregla solo”.
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