Estaba la Catalina
sentada bajo un laurel,
sintiendo la frescura
de las aguas al caer.
De pronto pasó un soldado
y lo hizo detener
¡detengase mi soldado!
que una pregunta le quiero hacer:
¿ usted no ha visto a mi marido
en la guerra alguna vez?
¡ Yo no he visto a su marido!
y tampoco se quien es.
Mi marido es alto y rubio
y buen mozo como usted
y buen mozo como usted
y en la punta de la espada
lleva escrito San Andrés.
Por los datos que me ha dado
¡su marido muerto és!
y me ha dejado dicho
que me case con usted.
¡Siete años he esperado
y otros siete esperaré
y si a los catorce no vuelve
Por los datos que me ha dado
¡su marido muerto és!
y me ha dejado dicho
que me case con usted.
¡Siete años he esperado
y otros siete esperaré
y si a los catorce no vuelve
¡a un convento yo me iré
y a mis dos hijas mujeres
conmigo las llevare!
Y a mis dos hijos varones
a la Patria los daré.
¡ Calla, calla, Catalina!
¡ Calla, calla de una vez!
que estas hablando con tu marido
que no has sabido reconocer.
Y aquí termina la historia
de aquella infeliz mujer
que a su marido,
no ha podido reconocer.
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